Verona

Verona merece sin duda una estancia sosegada, pero nosotros nos tuvimos que conformar con una escapada de un día desde Venecia, y aun así pudimos admirar y disfrutar muchos de los encantos que ofrece la ciudad. 

El trayecto desde Venecia se puede realizar cómodamente en tren hasta la estación Porta Nuova, desde donde se accede fácilmente a pie a la mayoría de los puntos de interés. 

La ciudad es bonita y acogedora con varias plazas interesantes, en las que se combinan los elementos de valor arquitectónico o histórico con los espacios de relax en los que descansar o tomar algo. La primera que encontramos, la piazza Bra, ya soprende por su amplitud y configuración, dominada por la imponente Arena, el anfiteatro romano que se conserva magníficamente y ofrece en verano espectáculos musicales muy demandados. En la plaza, que tiene mucha vida, resulta apetecible descansar un momento en cualquiera de las terrazas que la circundan. 


A poca distancia de ella se encuentra la piazza Erbe, que parece el centro neurálgico de la ciudad, lleno de gente y actividad, con edificios singulares, un mercado muy animado en torno a la fuente central y numerosos establecimientos hosteleros donde tomar un buen plato de pasta. 




Y justo al lado se esconde la piazza dei Signori, también conocida como la plaza Dante, en la que, además del monumento a Dante, se encuentran destacables edificios, como el palazzo della Regione, el palazzo di Casignorio y el palazzo del Podestà. 




También cerca de la plaza Erbe se encuentra el punto quizás más visitado por los turistas, la llamada casa de Julieta, atiborrado de gente de todas las edades que no deja de ser un camelo sin más interés que percibir hasta qué punto puede atraer masivamente la ubicación imaginada de una referencia meramente literaria, con balcón incluido, y ahora con las paredes de acceso al patio literalmente cubiertas de papelitos con declaraciones de amor eterno. 



Mucho más interesante resulta recorrer el circuito de las bellísimas iglesias históricas, con la facilidad añadida de, mediante una entrada conjunta al precio de 6 euros (5 para estudiantes y mayores), poder acceder en horario de 10 a 18h. a las cuatro iglesias más significativas y disponer además en cada una de ellas de audio-guía en español. 

Nosotros comenzamos por la basílica de Santa Anastasia, una iglesia gótica con fachada de ladrillo rojo y un interior muy esbelto y ricamente decorado (recuerda de algún modo la catedral de Albi), en el que destacan el maravilloso y sorprendente fresco de Pisanello “San Jorge y la princesa” y unas pilas bautismales fuera de lo común. 




A salida nos acercamos hasta el ponte Pietra con una bonita vista del rio Adige que atraviesa la ciudad, y bordeando el mismo llegamos hasta la iglesia de San Fermo. En realidad son dos iglesias superpuestas las que se pueden visitar: una románica en el plano inferior, en la que también se conservan restos de otra construcción anterior paleocristiana. Y una iglesia gótica en el plano superior, en la que los franciscanos construyeron a principios del siglo XIV un artesonado de madera realmente espectacular, de 53 metros de largo por 18 de ancho, sobre el que están esculpidas y policromadas 416 figuras de santos. 





Y finalmente el conjunto de la Catedral de Verona, que se compone de varios edificios: San Giovanni in Fonte, Santa Elena y el claustro de los Canónigos. 




No nos dio tiempo a ver el cuarto templo del circuito, la basílica de San Zeno, algo más alejado. Desde la catedral seguimos el curso del rio hasta la fortaleza medieval Castelvecchio y el arco de Gavi, para regresar a la estación de Porta Nova atravesando las murallas de la ciudadela.



En resumen, una visita rápida, bonita e instructiva de una ciudad con un interesantísimo patrimonio cultural más allá de la inevitable historia de amor de Romeo y Julieta.