Nuevo Diario

Tras mucho tiempo de silencio y quietud a consecuencia de la pandemia, retomamos los viajes fuera de nuestras fronteras y damos testimonio en esta nueva entrada del blog:

Sicilia 2023


Grandas, Pesoz, Oscos... en tiempo de coronavirus


Tras el tsunami provocado por la pandemia de COVID19 que arrasó al planeta y nos mantuvo aislados (y sin viajes) durante meses, al llegar el mes de julio volvimos a asomar la cabeza y pudimos reencontramos de nuevo la familia al completo. Sin dejar de tomar todas las precauciones que la situación demandaba y aprovechando que en ese momento Asturias parecía estar libre de coronavirus, decidimos hacer una escapada todos juntos y recorrer durante una semana la zona del alto Navia y los Oscos.


Tomamos como base un alojamiento lleno de encanto situado al sur de Grandas de Salime y a la vera del Camino de Santiago primitivo: Casa Rural San JuliánSe trata de un conjunto de vetustos edificios (antiguo pajar, cuadra, torre, capilla…) enclavados en medio del campo y acondicionados con esmero por sus actuales propietarios: Mynhardt y Sean. Praderías, ganado, montañas en la lejanía y silencio. Y en el recinto de la casa rural, flores. Flores dispuestas cuidadosamente por Mynhardt en una gradación de alturas y unos colores vivos sorprendentes. Flores sencillas, como nacidas espontáneamente, entre las que destacaban unas amapolas de talla y color espectaculares.





Muy cerca de allí, a unos 200 metros, se encuentra el diminuto pueblo de Castro, con un acogedor albergue de peregrinos, y unos 200 metros más allá se encuentran el Castro y Museo del Chao San Martín. El recinto estuvo habitado desde hace unos 3.000 años hasta el siglo II de nuestra era y se pueden contemplar numerosos vestigios de los diferentes momentos de la ocupación: edad del bronce, edad del hierro, y época romana, tanto sobre el terreno como en el Museo construido en la proximidad.




Toda una joya, que en estos momentos es objeto de una enconada controversia, debido a un plan de consolidación promovido por el Ayuntamiento de Grandas de Salime y aprobado por el Principado de Asturias, al que se oponen radicalmente arqueólogos, conservadores, restauradores y museólogos de Asturias (APACMA), de toda España (ACRE) y hasta de la UNESCO (ICOMOS), al considerar que se pueden producir daños irreversibles sobre el yacimiento. Esperemos que se imponga la sensatez y no se malogre este tesoro de nuestro patrimonio. 

No lejos del Chao y cerca de la población de Xestoselo se hallan, en medio del campo y muy próximos entre sí, otros dos rastros de nuestra prehistoria. A 500 m. de la desviación de la carretera general encontramos primeramente el túmulo de Canadeiro, una tumba neolítica que los arqueólogos datan en la primera mitad del IV milenio y que fue paulatinamente desmantelada casi totalmente a lo largo del tiempo, hasta que en 1996 fue excavado, restaurado y acondicionado. Unos paneles explicativos y galería fotográfica facilitan la visita e interpretación, aunque necesitarían una renovación.



Siguiendo por la misma carretera y girando a la izquierda en el primer cruce, en un paseo muy agradable de menos de 1 Km., encontramos los petroglifos de la Xorenga. Se trata de grabados rupestres muy sencillos sobre roca, en su mayoría consistentes en vaciados lineales o circulares (canalillos y cazoletas) de significado desconocido, así como, en menor número, figuras en forma de lazo que algunos consideran representación esquemática de figuras humanas. Fueron descubiertos en 1970 y se consideran esculpidos en diferentes épocas: en la Edad del Bronce los más sencillos y quizás más recientemente las figuras en forma de lazo. Parece ser que existen tres grupos de petroglifos esculpidos sobre macizos de pizarra que se distribuyen a lo largo de 500 metros, pero nosotros sólo vimos uno de ellos, al lado mismo de la carretera, y debemos advertir que encontrar los grabados sobre la roca no es nada fácil, más bien todo un reto que tomamos como jocoso descubrimiento colectivo.



En la propia población de Grandas de Salime resulta obligada la visita al Museo Etnográfico. Una extraordinaria colección de objetos tradicionales iniciada por el tesón de “Pepe el Ferreiro”, que se transformó en museo público en el año 1984 y constituye en la actualidad un referente ineludible para conocer la vida rural de Asturias. En diferentes espacios se agrupan multitud de elementos (más de 11.000 objetos) que articulaban la vida y oficios de los pueblos asturianos: la casona, el molino, la bodega, la tienda-bar, la barbería, la sastrería, el taller de zapatero, los textiles, la carpintería, la fragua, el consultorio médico, la escuela rural…







Y también sorprende en esa capital de concejo pequeña y tranquila, además de una importante iglesia porticada en el estilo rústico de otras de la zona (Colegiata de El Salvador), un mural feminista de dimensiones considerables, a modo de homenaje a la mujer, situado en uno de los laterales del parque, cerca de la oficina de información, en donde aparecen de izquierda a derecha y de abajo a arriba mujeres que destacaron en distintos ámbitos por distintas actividades: Frida Khalo, Angela Davis, Gloria Steinem, Agnès Varda, Margarita Salas, Tina Turner, Marilyn Monroe, Greta Thunberg…





A 4 Km. de Grandas se encuentra la presa que cierra el Embalse de Salime. La presa, con 128 metros de altura, fue en su momento la mayor de España y la segunda de Europa. La construcción, una obra colosal, se inició en el año 1946 y finalizó en 1953. Para albergar a los más de 3.000 obreros que allí trabajaron se levantaron cuatro poblados, y para transportar los materiales necesarios para la construcción se erigió un teleférico desde El Espín (Coaña) hasta la obra de la presa, con un recorrido de 35,5 km., que en su día fue el más importante de Europa.




La central hidroeléctrica situada bajo el aliviadero de la presa tiene un notable interés artístico por los elementos decorativos aportados por el arquitecto Joaquín Vaquero Palacios y su hijo, Joaquín Vaquero Turcios. Al primero se deben los relieves realizados en hormigón en la fachada del edificio, y al segundo los murales pintados en el interior, así como el mirador conocido como la “boca de la ballena” (por su forma), que se asoma al vacío sobre el margen de la carretera y permite una visión espectacular del conjunto.



Otra vista sobre el embalse que no hay que perderse es la que se obtiene desde el mirador de A Paicega, en Pesoz, justamente en el lugar donde se ubicó uno de los poblados creados para construcción del embalse, del que se todavía se pueden observar vestigios de las edificaciones, así como la estructura íntegra de lo que fue la iglesia.




El Embalse de Salime es un ejemplo de obra faraónica que transformó profundamente el hábitat, la economía y la fisionomía de la zona, creando un fiordo artificial de singular belleza, aunque no hay que olvidar que a un altísimo coste, pues, además de los pueblos y aldeas anegados (ocho en Asturias y tres de Lugo), en su construcción perdieron la vida un escalofriante número de trabajadores (entre 100 y 300, según las fuentes). 

Pesoz, con 147 habitantes, es el municipio menos poblado de Asturias (aunque durante la construcción del embalse de Salime llegó a tener más de 2.000). Pero la visita merece la pena porque tiene un encanto especial con un núcleo de casas muy cuidadas y algunas edificaciones singulares, todas ellas en la piedra grisácea de la zona y tejados de pizarra coronados con un entramado a modo de cresta de gran originalidad. Destacan en la capital del concejo el Palacio Ron y la Iglesia de Santiago. Pero además, se puede comer muy bien en el Mesón As Cortes, de lo que podemos dar fe pues lo hicimos en dos ocasiones, atendidos siempre con enorme amabilidad.


Y dentro del concejo de Pesoz no hay que perderse el sorprendente poblado medieval de Argul, declarado Bien de Interés Cultural por el Principado de Asturias en 2004. Se trata de una aldea situada a 5 Km. de la capital, hoy prácticamente abandonada y que por ello mismo sobrecoge al recorrer el conjunto de edificaciones construidas en la piedra de la zona y coronadas como todas las de esta zona por tejados de pizarra, con la singularidad además de que muchas de las casas están conectadas por túneles y pasadizos. En un extremo del poblado, desde la capilla de San Antonio, se inicia la ruta de senderismo del río Agüeira PR.AS-117, que nosotros recorrimos en sus primeros kilómetros hasta llegar a otra curiosa y minúscula capilla, la de San Miguel. 







Los Oscos los habíamos visitado antes de que estuviese de moda como destino turístico, ya hace bastantes años. Volvimos a reencontrar sus preciosos paisajes y un hábitat mucho más cuidado que entonces e igualmente acogedor, siguiendo el mismo estilo que ya habíamos encontrado en el concejo limítrofe: construcciones en piedra y tejados de pizarra. 

En el concejo de Santa Eulalia de Oscos, además de pasear por la capital, con edificios importantes de principios del pasado siglo testigos de la importancia que debió tener en otros tiempos, nos acercamos al conjunto etnográfico de Mazonovo, que ya conocíamos de nuestra anterior visita, y comimos magníficamente en el restaurante situado al lado del mismo, Mesón L'Áuga. Luego hubo tiempo para el relax, e incluso para algunos el baño en el río, en la playa fluvial y área recreativa de Ferreira





En San Martín de Oscos encontramos muy bien acondicionado todo el conjunto que acoge las nuevas instalaciones municipales, frente a la iglesia parroquial y el magnífico hórreo situado a su vera. Pero lo más sorprendente nos volvió a parecer el Palacio de Mon, un conjunto palaciego situado en la recóndita localidad de Mon, tan atractivo en su abandono, casi oculto en medio de la naturaleza. 




Finalmente, en Villanueva de Oscos el Monasterio de Santa María se conserva imponente en su desnudez sin ocultar por ello el poderío que tuvo a lo largo de varios siglos, ejerciendo un férreo vasallaje sobre los aldeanos del entorno. La importante iglesia, de gran sobriedad, se conserva intacta. Normalmente está cerrada pero tuvimos la suerte de poder visitarla gracias a que en el Hotel Los Oscos situado enfrente nos facilitaron la llave. 




Sólo fueron siete días que pasaron demasiado rápido. Encontramos lo que buscábamos, calma, relax y disfrutar de estar juntos. Pero además de eso nos encontramos también con una Asturias muy diferente de la Asturias central o la zona costera que es lo que más conocemos. Paisajes abiertos, pueblos apacibles, gente acogedora y una sensación de alejamiento producida por el hábitat tan peculiar: piedra, pizarra, colores oscuros, pequeños hórreos de gran belleza, acompañado además por un clima más soleado que al que estamos acostumbrados. Una experiencia preciosa que concluimos con la incertidumbre de cómo evolucionará esta maldita pandemia que al escribir estas líneas está volviendo a recrudecerse y la esperanza de no tardar mucho tiempo en volver a encontrar a nuestros seres queridos que viven más lejos.

Las Landas



 

Hace unos días regresamos de una breve estancia en la región francesa de las Landas, zona que conocemos desde hace tiempo cuando la atravesábamos necesariamente cada vez que cruzábamos la frontera de Irún-Behovia para ir a Francia. Nos gustaba recorrer la primero autovía y después autopista durante kilómetros y kilómetros -unos 200- al lado del mayor bosque de pinos de Europa occidental (ahora bastante menos denso por las talas periódicas) ocupando una superficie de más de un millón de hectáreas.


Pero, además, disfrutamos de algunas cortas estancias veraniegas, hace ya bastantes años, en Sanguinet, un pequeño pueblo situado en el corazón de las Landas, al borde del lago de Sanguinet-Cazaux.



En esta ocasión tuvimos la oportunidad de alojarnos en el mismo hotelito que habíamos ocupado hace más de 30 años, “Les Eaux qui Rient”, reconvertido ahora en maison d’hôtes bajo la cordial atención de Anne (su repostería para el desayuno es deliciosa). Desde el alojamiento sencillo y acogedor, de ambiente familiar, situado frente a una pequeña playa, se puede contemplar la quietud del lago, la vegetación del entorno y unos atardeceres verdaderamente espectaculares. Estaban retenidos en nuestra memoria y nos volvieron a emocionar.




Por la senda que circunda el lago se pueden realizar caminatas muy agradables y acceder a otras playas, como una más inaccesible y por ello menos concurrida, conocida por el nombre de Tahití, sin duda por la fina arena blanquísima y el color esmeralda de las aguas.



El centro neurálgico de la zona es Arcachon, una ciudad balneario al borde del “bassin” (ensenada) -que lleva el mismo nombre de la ciudad-, un centro de veraneo tradicional de la burguesía bordelesa y que mantiene una animación y una actividad destacadas debido sobre todo al cultivo de las ostras y por ende a los numerosos establecimientos en los que se pueden degustar. Y no sólo ostras, también mariscos (“fruits de mer”) en general.


Otro de sus atractivos es también su playa, un largo arenal que llega hasta la impresionante duna del Pilat, desde cuya cumbre se divisa por un lado un azul del océano y por otro el verde generoso de los pinos. El centro de la ciudad -siempre animado- lo encontramos muy cuidado, tras el acondicionamiento de las plazas del mercado y del Ayuntamiento, con nuevas edificaciones pero siempre respetando el estilo de la zona.



Y además no hay que perderse un paseo por sus barrios elegantes como la Ville d´Híver, en donde sus villas –muchas de ellas ya centenarias- dan cuenta de la importancia y el prestigio que tuvo Arcachon entre las familias acaudaladas de la Aquitania. La mayoría, aún con sus fachadas impecables, siguen en pie tal y como fueron concebidas en su momento. 








Desde Arcachon salen continuamente con diferentes destinos barcos que atraviesan el “bassin”, casi un mar interior si no fuera por la estrecha boca que lo comunica con el océano. Justo en ese extremo se encuentra el Cap Ferret, a donde fuimos para pasar unas horas recorriendo este rincón que cierra la ensenada, ahora zona residencial muy cotizada, donde además se combina la originaria actividad de pescadores y cultivadores de ostras con una amplia oferta comercial y hostelera.







El “bassin” de Arcachon, por sus enormes mareas, tiene un entorno muy característico, con zonas de marismas y canales que se transforman continuamente en función de ellas. Merece la pena visitar algunos de los pequeños puertos habilitados entre estos canales, como el Port de Tuiles y el Port de Biganos, con sus peculiares embarcaderos y las vistosas cabañas de madera de los pescadores y cultivadores de ostras.







En definitiva, unos días de escapada con clima agradable, entorno relajante y visitas interesantes.