Mil islas


Ivy Lea era nuestro segundo destino, en la zona que se llama Mil Islas, en donde el río San Lorenzo -cuyo nacimiento se sitúa en el lago de Ontario extendiéndose como un mar hasta el océano Atlántico- ofrece un paisaje de una belleza fuera de la común. Nosotros estuvimos cuatro noches en un apartamento al borde del río, pero normalmente la gente viene para hacer un crucero por el río y después se van. Hay montones de cruceros con distintas duraciones. Nosotros hicimos el de una hora y nos pareció suficiente. Se puede coger el barco en Ivy Lea, pero también en Gananoque o en Rockport. 


El nombre del lugar responde a las más de mil pequeñas islas arboladas como barcos verdes deslizándose suavemente por el río. Las vistas aéreas son espectaculares y se puede hacer una visita en helicóptero. Hay islas de todas formas y tamaños, algunas minúsculas, sólo una roca y uno o dos abetos, pero la mayoría tienen una o dos casas de arquitectura tradicional: tablones de madera y pintadas en llamativos colores. Hay incluso mansiones en lo que se llama “el boulevard de los millonarios” entre las que destaca sin lugar a dudas la mansión Boldt, el primer dueño del Hotel Walford Astoria de Nueva York, un inmigrante hecho así mismo que quiso regalar a su mujer una casa con 120 habitaciones. Hoy es también hotel y hay cruceros que tienen parada allí para dar un paseo por la isla y supongo que visitar el hotel. Eso sí, con pasaporte, porque la isla está ya en aguas territoriales estadounidenses. Es curioso, pero la frontera pasa precisamente por el río San Lorenzo, así que unas islas son canadienses y otras estadounidenses. Precisamente hay un puentecito que une dos de ellas, una de ellas pequeñísima, un árbol y poco más. Aunque pertenecen al mismo propietario se dice que están separadas por la frontera, así que puede trasladarse a su gusto de un país a otro según su humor. Supongo, claro, que sin necesidad de pasaporte… 







Boldt Castle


Una leyenda intenta explicar la belleza sorprendente de este lugar habitado desde mucho antes de la llegada de los europeos por los indios Cataraqui. Según se cuenta, Manitú -deidad india- había concedido este paraíso a los Cataraqui con la condición de que cesasen los conflictos entre ellos. Al no ser así Manitú se llevó el jardín al cielo en una manta, pero antes de llegar la manta se rompió y el jardín cayó al mar en trozos de diferentes tamaños y formas que forman la maravilla que hoy contemplamos, de visita obligada en un viaje a Canadá. La realidad es menos poética: fueron los glaciares al retirarse hace más de 10.000 años los que inundaron la zona del río San Lorrenzo creando así los miles de frondosas islas a la deriva que forman parte hoy del parque natural de Mil Islas. 





Bonito también el hábitat de la zona: casas de madera pintadas en colores pastel con su porche delantero como en las películas americanas. Delante, fincas abiertas que se extienden hasta la carretera. No hay vallas, aunque a veces sí el cartelito de “propiedad privada”. Jardín de estilo inglés: simplemente un césped cuidado, una mancha de flores y dos o tres árboles formando grupo. Todo sencillo y con gusto. 






Nuestro primer contacto con un parque natural fue precisamente en esta zona de Ontario. Uno de los días que pasamos en Ivy Lea nos acercamos hasta el parque natural de Charleston Lake, a unos 20 km. de allí. Como no llevábamos nada para comer y dentro del parque no hay nada, tuvimos que dar la vuelta unos 15 km. para comprar unos sándwiches en un supermercado de un pequeño pueblo. En todos los parques, ya sean naturales o nacionales, hay que pagar una entrada. Como era el primero no teníamos idea cuánto podía ser. Lo cierto es que la entrada que pagamos (45 dólares canadienses) fue con mucho la más cara de todas, no sabemos si hubo un error o si era el precio de ese parque en concreto. Charleston Lake, como indica su nombre es un espacio natural alrededor del lago Charleston, con numerosas islas de distintos tamaños, algunas también pequeñitas y arboladas como las de Mil Islas. Hay rutas de senderismo, pequeñas playas para bañarse, espacios para camping, posibilidad de pesca, alquiler de canoas o piraguas y naturaleza frondosa y verde alrededor del lago. Había muy poca gente: algunas personas en una playa, no sabemos si visitantes de un día como nosotros o estaban haciendo camping en el parque, unos jóvenes lanzándose al agua desde un árbol, alguna pareja en un sendero y pare usted de contar. 




Tampoco había mucha gente en el parque nacional de Mil Islas en tierra firme, un parque discontinuo en varios espacios distantes varios kilómetros entre ellos. El centro de visitantes está en Mallorytown, en la ribera del río San Lorenzo y allí te explican cómo moverte. Para hacer camping -otro de los deportes nacionales- tanto en Mallorytown como en un par de las islas del río San Lorenzo, se pueden alquilar unas tiendas que están a medio camino entre la tienda de camping y el chalet rústico. El precio eran -creo- en torno a los 100€ diarios y hay que reservar con mucha antelación si se quiere pasar una noche relajante en un entorno especial bajo millares de estrellas. 



Siguiente etapa: Toronto