Mont-Tremblant


Dejamos el Golden Lake para dirigirnos hasta Mont-Tremblant, ya en la región de Québec y por tanto francófona. En el camino hicimos un alto para conocer Otawa, la actual capital, mucho más amable que Toronto. Otawa es una ciudad pequeña con zonas verdes río y canal que rodea la zona del Parlamento y los edificios oficiales. Un conjunto armonioso en estilo neotudor y neogótico. Parece una ciudad agradable aunque sin el paisanaje tan peculiar que se veía en Toronto y que resultaba tan curioso. Tiene a la ciudad de Gatineau justo enfrente, separadas únicamente por un puente sobre el omnipresente río San Lorenzo, en este caso diferenciando dos áreas lingüísticas: mientras que Otawa pertenece a Ontario y es por tanto anglófona, su ciudad hermana, Gatineau ya está en Québec y por tanto de lengua francesa. Difícil equilibrio canadiense: mitad, pues Ontario, mitad Québec.





La carretera desde Otawa hasta Mont-Tremblant es muy bonita: pinos y rocas bordeándola, pequeños pueblecitos con el mismo tipo de casas de madera color pastel, también con sus porches y sus jardines sin cercar como si no tuvieran nada que esconder. A medida que nos acercábamos a Mont-Tramblant apreciábamos la mayor actividad turística que tiene este parque en comparación con Algonquin.  Mont-Tremblant, aunque su principal actividad son los deportes de nieve, tiene además muchas otras actividades durante el verano para los veraneantes, fundamentalmente de Montréal, que queda tan sólo a hora y media de coche. Nada, en este país de distancias inconmensurables.

El nombre de Mont-Tremblant corresponde a varios sitios: Por una parte el parque nacional, que ocupa una gran superficie de los montes Laurentinos, en la región de Quebec. Pero también tienen la misma denominación dos poblaciones que se encuentran al pie del parque: la “ville” y el “village”. Y, para aumentar la confusión (ojo con los navegadores), se llama igual la estación de ski situada en la misma zona -una de las más importantes del mundo- atestada ahora de gente en verano, con edificios como de paquete que parecen un poco de cartón piedra. El “village” y la propia “ville” de Mont-Tremblant tienen mucho más sabor porque son lugares de veraneo tradicionales. Por todas partes hay lagos y en el parque centenares.

  

Nosotros tuvimos la suerte de estar en uno de los sitios más bonitos de nuestro viaje que me llenó de imágenes que no olvidaré: el Lago Superior. Un apartamento en un lugar idílico al borde del lago. Una maravilla para los sentidos: amaneceres limpios, aguas inmóviles, el sol iluminándolo despacio, rodeado de vegetación, sobre todo oscuros abetos reflejándose más tarde, al atardecer, en el agua. A veces una piragua deslizándose perezosamente en ese momento todavía de quietud absoluta. Después llegaban los veraneantes y el lago aumentaba de actividad: niños y adultos, todos con piraguas o planchas, niños pequeños, que apenas sabrían andar solos, en un kayak, moviendo el remo ya con destreza. Con la caída de la tarde venía el otro momento de relax absoluto. Veíamos, sentados en los omnipresentes butacones de madera del embarcadero, cómo el agua cambiaba de color oscureciéndose con el reflejo de los árboles duplicados en el agua. Y luego la noche. En el jardín un fuego para una barbacoa. Y silencio. Mientras, alrededor del lago se encendían las luces de los privilegiados que viven justo en el borde y que tienen acceso directo al agua, porque allí todo es propiedad privada y si no vives en primera línea tienes que acudir a un club privado. En algunas partes hay también pequeñas playitas públicas, pero salvo en el parque natural de Mont-Temblant donde hay una muy grande (o quizás más, nosotros sólo vimos una) las playas son minúsculas.








En la visita al parque nacional de Mont-Tremblant hay muchas posibilidades para las actividades al aire libre. Además de la canoa, la piragua o el kayak para practicar en sus seis ríos o en sus más de 400 lagos, se puede pescar, hacer escalada, caminatas por las numerosas colinas cubiertas de arces (ahora verdes pero llenos de color dentro de poco) para llegar a miradores, o senderos fáciles como los que nosotros hicimos en el sector del río La Diable para caminar, ver naturaleza, y sobre todo la cascada que forma el río, muy bonita, tanto la cascada como su entorno.





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