Algonquin

Dejamos Toronto para dirigirnos al parque nacional de Algonquin. Dentro del parque hay algunos alojamientos, pocos, pero en agosto lo que nos convenía estaba completo y el complejo más apetecible era terriblemente caro. Hay mucha gente que hace camping, con tiendas o con autocaravanas, pero, francamente, a mí no me hubiera gustado: eran espacios boscosos y sombríos, nada atractivos, y supongo que con miles de mosquitos, porque mosquitos hay por todas partes, pero en los parques más todavía. Conviene venir bien protegidos con repelente y si se puede pantalón largo y mangas largas también. En todas las casas en las que estuvimos tienen en las ventanas mosquiteras inamovibles y un sistema curiosísimo de manivela para poder abrir la ventana desde el interior sin tocar la mosquitera. Así que nosotros nos quedamos en un complejo vacacional a unos 20 km del parque, en Golden Lake, en una cabañita sobre el lago con una pequeña playa, embarcadero, canoas y chalecos salvavidas para los clientes, en absoluta paz, para después dedicar un día completo a Algonquin.





El día que visitamos el parque nacional de Algonquin no tuvimos suerte con el tiempo porque llovió durante un rato. Entramos por la puerta Este y nos paramos a ver una proyección sobre los leñadores en el s. XIX para después hacer el circuito en donde se ven las artes para cortar y trasladar los árboles por el río hasta el mundo exterior. Muy interesante descubrir ese mundo durísimo que procuraba a los hombres unos ingresos mediante un trabajo que duraba los meses de invierno, durmiendo amontonados en barracones, al principio dos en cada litera, y exponiendo constantemente su vida para que las grandes compañías obtuviesen enormes beneficios con la venta de la madera.




En el Centro de visitantes se puede comer en un selfservice. Hay además una proyección y una documentada exposición fotográfica sobre todo el contenido del parque, formación, tipo de flora y fauna, explotación del parque hasta que el ferrocarril lo atravesó propiciando el primer hotel y la llegada de los turistas.



Los parques nacionales están pensados –creo- para hacer actividades al aire libre: senderismo descubriendo paisajes (los circuitos están siempre señalados y con el grado de dificultad), a veces hay pequeñas playas en los lagos y la gente se baña, pero sobre todo la actividad principal es la canoa. Por todas partes se pueden alquilar y en todos los lagos hay gente remando. Algunos, equipados con tienda de camping, van lejos con la canoa para acampar en otro lugar, supongo que con el deseo de explorar nuevos sitios.








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