Hay momentos para celebrar la vida. Y cincuenta años de convivencia es sin duda uno de ellos. Fue la ocasión para juntarnos en este 2025 toda la familia que habíamos creado: nuestras hijas cariñosas y rompedoras, nuestros yernos atentos y serviciales y, cómo no, nuestros nietos simpáticos, divertidos, cariñosos y adorables, una familia maravillosa que nos colma de satisfacción en esta etapa “senior” de nuestra existencia. Les propusimos un crucero por el Danubio, desde Budapest hasta las Puertas de Hierro pasado Belgrado. Queríamos reunirlos a todos y, aunque nuestra convivencia había empezado en julio de 1975, por razones de agenda lo celebramos a finales agosto de 2025.
Elegimos un crucero de la compañía CroisiEurope. Nos encajaba el itinerario, pero sobre todo porque era la única compañía de las que habíamos mirado que admitía niños. A pesar de ello Telma y Luc, de 9 y 5 años eran los únicos niños, salvo otra niña húngara de 11 años a la que bautizamos “rayo de sol” porque –incapaces de reproducir su nombre- nos contentamos con la que -según ella- era la traducción al inglés. El resto de los pasajeros eran personas más o menos mayores, algunos incluso muy mayores. Como era la primera vez que hacíamos este tipo de cruceros no sabemos si ésta es la tónica general.
El crucero partía de Budapest, a donde había que desplazarse cada cual por su cuenta y acudir al embarcadero señalado a las 18h. Eso nos permitió dar un primer paseo por la antigua ciudad de Pest a lo largo del rio hasta el Parlamento, majestuoso de día y deslumbrante de noche desde el barco.
A lo largo del dique, un domingo soleado, los paseantes contemplaban la ciudad o bien ocupaban las mesas y asientos de madera dispuestos para poder disfrutar de un picnic frente al río, o una bebida, en lugares acogedores, decorados con plantas y flores, al servicio de la ciudadanía sin necesidad de sentarse en la terraza de un bar lo que supondría ya un desembolso. Es como una forma de preocupase del bienestar de las gentes evitándoles el gasto como habíamos visto también en Montréal, en Canadá.
Una vez instalados, primera cena y paseo por el Danubio para contemplar desde el barco Budapest iluminada, impresionante tanto el Parlamento en un neogótico que se podría decir flamígero por su profusión decorativa, como la antigua ciudad de Buda cuyos edificios del barrio del Castillo relucían en la noche ligeramente fría.
Al día siguiente, ya segundo día, mañana plácida contemplando desde las hamacas el barco deslizándose suavemente sobre aguas verdosoparduzcas, riveras boscosas, de cuando en cuando bancos de arena y algunas casitas con sus embarcaderos privados en la parte Serbia y alguna que otra pequeña población en la parte croata.
Por la tarde visita de Vukovar, arrasada por los serbios en 1991, cuyas señales son aún visibles en las paredes de algunos edificios. Es un lugar tranquilo con una amplia y agradable zona peatonal y un paseo por la rivera del rio Vuka hasta el Danubio. Desde allí puede contemplarse el Memorial de la guerra y el homenaje a los caídos.
El tercer día nos despertamos ya en Belgrado. Reservamos un tour privado y fuimos a descubrir la ciudad situada en la confluencia de los ríos Danubio y Sava. Cerca del río Sava, en donde estábamos atracados, un mercado recordaba el pasado otomano: puestos coloridos y abigarrados como en los países musulmanes. Belgrado es una capital importante de elegantes calles ocupadas por enormes terrazas protegidas del sol con amplias sombrillas delante de fachadas art nouveau y art déco que alternan con edificios racionalistas de época socialista. Algunos monumentos son esplendorosos: el Parlamento, los museos, el Hotel Ruso y sus iglesias de cúpulas bizantinas como el moderno templo de San Sava, una de las iglesias ortodoxas más grandes del mundo y cuyo interior recuerda a Santa Sofía pero con las lámparas circulares de las mezquitas de Estambul.
Sorprendentemente el transporte público es gratuito por lo que moverse es fácil aunque las paradas están muy separadas unas de otras. El guía serbio que nos habló de este país belicoso nos llevó hasta la confluencia de los ríos Sava y Danubio vistos desde la Fortaleza de Kalemegdan, antigua fortaleza romana y otomana con visas panorámicas al Danubio y al Sava, una vez cruzado el importante parque del mismo nombre desde donde pudimos admirar un precioso panorama con los dos ríos juntándose bajo nuestros ojos. Desde allí pudimos contemplar también el nuevo Belgrado construido en época socialista al otro lado del río y algo más apartado el nuevo barrio “chic” de la ciudad en donde los precios de los apartamentos igualan casi los de Madrid.
Después de la cena todos los días teníamos animación: juegos, karaoke y por supuesto baile amenizado por Patricia, delicada cantante húngara, pero también por Héctor y Hugo que se esforzaban en contentar a todo el mundo. Los niños estaban encantados, se convirtieron en el centro del espectáculo sin parar de bailar y cantar hasta el final de la “soirée” a las once de la noche.
El cuarto día madrugón para asistir a la navegación hacia las Puertas de Hierro. A esa hora, las seis de la mañana, la temperatura era fría, no sobraba ninguna de las capas de ropa que llevábamos. Teníamos Serbia a la derecha y Rumanía a la izquierda en donde aparecían de vez en cuando casitas en el borde del rio con su embarcadero. La denominación de Puertas de Hierro corresponde a la enorme cadena de hierro situada en la parte más estrecha del río, de unos 150 metros, que servía de aduana entre los dominios otomano y astrohúngaro. A medida que nos acercábamos al lugar nos internábamos en una garganta de altos bloques calizos con alguna vegetación. Después de este estrechamiento el agua aparece de repente como un cristal por el embalse producido por las compuertas que evitaron la peligrosidad de la navegación en ese lugar. Como contrapunto la elaboración del caviar que se hacía en la parte rumana se perdió debido a la ausencia de esturiones, incapaces de remontar las aguas del Danubio por la creación de este lago artificial. En una de las rocas de la garganta, en la parte rumana, aparece esculpido el rostro de Decélabo, representante de la civilización Dacia y figura mítica nacional tanto en la etapa monárquica como en la comunista rumana. Y en la parte serbia laTábula de Trajano, una especie de mesa esculpida en la roca con su correspondiente inscripción dedicada al emperador íbero dispuesto a conquistar la Dacia, actual Rumanía.
Ese mismo día, por la tarde, hicimos la visita de la fortaleza de Gobulac con un día espléndido. Situada en un recinto ajardinado domina el Danubio desde la altura de sus nueve torres defensivas que fueron escenario de algunos episodios de “Juego de Tronos”. Construida en el siglo XIV a la entrada de las Puertas de Hierro es uno de los edificios defensivos más importantes del país. Situada estratégicamente en una ladera fue pasando alternativamente de manos serbias a turcas a lo largo de varios siglos.
El Danubio es un rio plácido, sereno, casi como un espejo, pero no es azul, si acaso en algunos momentos a lo lejos, normalmente su color es verdeparduzco. Tiene una anchura considerable llegando incluso en algunos tramos hasta los 2 km. Atraviesa ocho países y baña cuatro Capitales: Viena, Bratislava, Budapest y Belgrado. Es el río más cosmopolita con su suma de culturas y civilizaciones diferentes. La navegación tranquila permitía observar las dos riberas: por un lado Rumanía, por el otro Serbia. La orilla de Rumanía presenta algunas construcciones inacabadas, señal –supongo- de un nivel de vida más bajo. Tanto en Serbia como en Croacia el nivel de vida parece bastante alto con un buen parque automovilístico, buenos edificios, buenas y coquetas cafeterías con enormes terrazas protegidas del sol por enormes sombrillas o toldos. El sol aprieta en verano.
Esa noche tuvimos la acostumbrada “cena de gala” con menú y animaciones especiales. Los niños estaban emocionados, ya desde la sesión especial de vermut, antes de la cena, bailando solos en la pista de baile, Luc mostrando sus sorprendentes dotes moviéndose al ritmo de las canciones con gran maestría. Hubo felicitaciones por parte de la tripulación y regalo sorpresa de los nuestros: un retrato a lápiz de nosotros con nuestros nietos. Un regalo precioso hecho por María Iglesias, amiga y compañera de colegio de nuestras hijas. Un conmovedor recuerdo lleno de ternura. Después bailes y una coreografía de “Resistiré” en mi honor, primero Telma, Luc y “Rayo de Luz”, después se incorporaron Celia y Lucía, después yo y después Nacho. Muy emotivo. A las once de la noche los niños estaban rendidos.
Al día siguiente, ya el quinto, por la mañana ya estábamos atracados en Novi Sad, bonita e importante ciudad serbia, de casas con colores pastel y cuidadas decoraciones en las fachadas. Es la segunda más importante del país. Paseamos por calles peatonales llenas de terrazas coquetas y sombreadas. Mucha gente joven, niños y bebés, con buen nivel de vida aparente. No se ven apenas personas mayores pero sí muchas iglesias. En una de ellas debía de tener lugar una celebración especial. La iglesia estaba a rebosar. Muchos fieles comprando finas velas que encendían y colocaban en una especie de estantería de hierro con dos pisos, el de abajo para los muertos y el de arriba para los vivos. Dentro del recinto había también puestos con comida, no supimos si para vender o para comer los fieles después de la celebración. Se percibía un ambiente de mucho fervor religioso. A lo largo de nuestro paseo por la ciudad nos llamó la atención la cantidad de tiendas con ropa masculina, fundamentalmente trajes de hombre de tonos claros en los escaparates. En España es un atuendo en desuso, salvo en ocasiones especiales.
Ya en el barco pudimos ver la playa de Novi Sad en el Danubio, con sombrillas y tumbonas, perfectamente acondicionada para el baño. En la otra orilla según iba navegando el barco íbamos viendo una extensa zona residencial con casas unifamiliares –primeras o segundas viviendas- rodeadas de vegetación y con acceso al río.
Al día siguiente pudimos pasear por Mohacs, ciudad húngara de importancia simbólica por haber sido escenario de dos batallas fundamentales para Hungría: la primera en 1526 cuando los otomanos conquistan el país, la segunda en 1687 cuando el Sacro Imperio Romano Germánico derrota las fuerzas otomanas lo que supone el fin de la ocupación turca, aunque sus huellas todavía persisten en arquitectura y costumbres. Hicimos una visita corta por la ciudad para poder dedicar tiempo al interesante museo etnográfico en donde pudimos apreciar trajes de enorme riqueza enteramente bordados a mano, muebles antiguos igualmente decorados a mano con los dibujos característicos de flores de distintos colores con los que cubrían incluso las paredes de algunas habitaciones de las granjas de la región de Kalocsa, aperos de labranza, fotos antiguas y los tradicionales Busó, Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, trajes fabricados con piel de oveja y pavorosas máscaras de madera pintadas con colores chillones y que ocultan enteramente el rostro de quien las lleva. Parece ser que este festival tiene como objetivo ahuyentar el invierno y dar la bienvenida a la primavera.
Por la tarde nos acercamos en autobús hasta la Pustza, la estepa húngara de enormes pastizales que forma la gran llanura húngara, campos abiertos con diferentes cultivos que se extiende hasta casi el infinito. Visitamos una antigua granja en Kalocsa que conserva los muebles tradicionales, el menaje de cocina, los colchones, edredones, sábanas y colchas apilado todo ello en una de las diminutas camas (sin duda debían tener menor tamaño que ahora) y las paredes minuciosamente decoradas con las tradicionales flores de diferentes colores. Fuera, algunas mujeres bordaban con maestría en bastidores los estampados de los textiles tradicionales.
Igual que en Belgrado, habíamos contratado una visita guiada en español. El punto de encuentro fue –cómo no- el impresionante Parlamento, para llevarnos después hasta el río y mostrarnos el monumento a los judíos ejecutados durante la ocupación Nazi, muchos de ellos colocados en hilera de espaldas al río a donde caían, todos ellos unidos por una cadena. Como homenaje a las víctimas y para que no se olvide este período ignominioso del siglo XX permanecen en la orilla un conjunto de zapatos, semejantes a aquellos que debían quitarse antes de su ejecución. Al lado de esos zapatos hay flores y objetos que recuerdan esas víctimas de crímenes de odio. La comunidad judía de Budapest -numerosa e influyente- levantó en el siglo XIX la sinagoga en la calle Dohany, en ladrillo rojo y blanco, la sinagoga mayor de Europa. La guía nos mostró igualmente el único monumento conservado de la época socialista que –según ella – quedaba estratégicamente camuflado entre fuente y árboles para impedir su lucimiento. Pasamos y entramos en el célebre café Gerbaud lugar de encuentro de la alta burguesía y la aristocracia de la ciudad. Su interior de decoración recargada, sigue conservando el aire decimonónico propio de una época ya pasada. También en la Av. Andrasi, la más elegante de esa época gloriosa, con espectaculares mansiones, se encuentran lugares atractivos para antes y ahora como el café New York, abarrotado de gente, y sobre todo el edificio de la Opera que ofrece a los visitantes su esplendorosa decoración en una atmósfera de luz tenue para resaltar la belleza de las mujeres compitiendo en atuendos y joyas.
Un final con nervios pero una semana estupenda todos juntos, conociendo cosas nuevas, divirtiéndonos y disfrutando de esos momentos que proporcionan los viajes y que serán después recuerdos imborrables.